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Esta calle es de las menos concurridas del centro de la ciudad, aunque también existen negocios y sin embargo es muy poco transitada, a diferencia de otras como la de Aramberri o la de Washington. Efectivamente la calle Manuel María de Llano, o también conocida como M. M. de Llano, no es de las más transitadas del centro, y menos aún, nadie sabe quién fue este personaje de la historia de nuestro estado, siendo relegado al olvido. Bueno, pues es hora de ir en busca de Manuel María de Llano, y cuál fue su contribución a nuestra historia.

Manuel María de Llano Lozano (1799 – 1863)

Don Manuel María de Llano Lozano vino al mundo a la una de la madrugada del 23 de mayo de 1799, regiomontano de nacimiento, siendo hijo del destacado político Pedro Manuel de Llano, quien llegó a ser gobernador del Nuevo Reino de León, y su madre fue doña María de Jesús Lozano; fue bautizado el 23 de mayo en la Catedral de Monterrey.

La familia De Llano fue una de las más destacadas familias nuevoleonesas cuya influencia fue notoria a principios del siglo XIX. Don Pedro Manuel de Llano era un respetado político con lazos familiares y políticos con varias familias nuevoleonesas, como los Arrese, los Iglesias, e incluso los Parás. Llegó a ser electo alcalde de primer voto de Monterrey en 1813 y, tras la muerte del gobernador del Nuevo Reino de León Ramón Díaz de Bustamante, fue nombrado para sustituirlo en el cargo ese mismo año. Su administración fue breve pero destacada, destacando la publicación y juramentación en el territorio de la Constitución de Cádiz el 31 de mayo de ese año. Varios de sus hijos ocuparían cargos públicos a nivel estatal y a nivel federal en los tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial.

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Real y Pontificia Universidad de México, donde De Llano estudió la carrera de medicina.

A temprana edad, Manuel María fue enviado a la Ciudad de México para estudiar la carrera de Medicina en la Real y Pontificia Universidad de México, además de que, durante su formación, comenzó a interesarse en las ideas liberales de los pensadores franceses, especialmente de Benjamin Constant de Rebecque, de quien tomó las ideas sobre soberanía, democracia y libertad de expresión, las cuales se tomó muy en serio a lo largo de su vida y trataría de aplicarlas en su posterior carrera política.

INICIO EN LA POLÍTICA LOCAL

De Llano regresó a Monterrey sin haber finalizado sus estudios, según el doctor y sabio José Eleuterio González “Gonzalitos”; de todos modos fue incorporado como médico del primer batallón de la Milicia Cívica del Estado. Tras la promulgación de la Constitución del Estado de Nuevo León en 1825, varios miembros de la familia De Llano ocuparon cargos en la administración pública local: Ambrosio, Julián, Matías, Rafael y Francisco Antonio llegaron a ser regidores, alcaldes, síndicos, magistrados y procuradores y luego llegó el turno de Manuel María al ser electo alcalde de Monterrey, la primera de las cinco ocasiones en que ocuparía el cargo, a la edad de 26 años, sucediendo a su hermano Ambrosio de Llano, tomando posesión del cargo el 1º de enero de 1826.

Su administración se destacó por su talante democrático pues, sin imponer su jerarquía, depositaba en el Cabildo las decisiones cuando tenía diferencias con su criterio. Ese mismo año, siendo gobernador del Estado José María Parás, quien amigo y mentor político de De Llano, se promulgaron reformas en cuanto a la educación pública en el Estado, la cual sería administrada por los cabildos de las municipalidades, además de que ese año de 1826 apareció en el estado el primer periódico oficial: La Gaceta Constitucional. De Llano tuvo el primero de los múltiples enfrentamientos que tendría a lo largo de su vida con la jerarquía eclesiástica al ordenar retirar de la Catedral la corona imperial, así como todo signo de la dominación española.

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José María Parás, primer gobernador constitucional de Nuevo León, amigo y mentor político de De Llano.

De Llano renunció a su cargo el 13 de octubre de ese año al ser electo diputado al Congreso Federal para el Segundo Congreso Constitucional que inició sus sesiones el 1 de enero de 1827; durante su gestión legislativa, De Llano, en conjunto con el senador José Simón de la Garza, celebraron un contrato el 5 de agosto de 1828 con el médico italiano Pascual Constanza para impartir la primera cátedra de medicina en Nuevo León, el cual fue aprobado en febrero de 1829 por el Congreso Local y por el gobernador Joaquín García.

EL FRAUDE ELECTORAL Y EL ANTAGONISTA

El año de 1830 resultaría difícil para De Llano, ya que en ese año se celebraron elecciones para renovar los poderes Ejecutivo y Legislativo en el Estado, siendo nombrado De Llano secretario de la Junta Escrutadora, teniendo como misión asegurarse de que las elecciones fueras limpias. No obstante, el 5 de diciembre, día de las elecciones, desaparecieron misteriosamente cuatro listas electorales, lo cual causó un gran revuelo entre la clase política nuevoleonesa y todas las acusaciones recayeron en De Llano y sus colaboradores, quienes fueron acusados de robar las actas y alterar las elecciones, mientras que el Congreso decretó la nulidad de éstas. De Llano trató de defenderse de las acusaciones en publicaciones a través de la Gaceta Constitucional, e incluso publicó un escrito dirigido personalmente al gobernador García, que tampoco fue escuchado.

Al ver que sus argumentos no eran escuchados y de que la Gaceta se negó a seguirlos publicando, además de que las acusaciones y calumnias alcanzaron también a su propia familia, De Llano decidió publicar su propio periódico en el que pudiera exponer sus ideas liberales, además de defenderse de las acusaciones en su contra por culpa del fraude electoral; este periódico se conoció al principio como “El Antagonista de Nuevo León”, cuyo primer número salió publicado el 10 de marzo de 1831, en la imprenta del Gobierno del Estado, el cual se ubicaba en la ciudad de Saltillo; no obstante, debido a la connotación del nombre que podría significar un acto de subversión en contra del gobierno, se le cambió el nombre a simplemente “El Antagonista”.

Primer número de «EL ANTAGONISTA», salido el 10 de marzo de 1831

En este periódico, De Llano dio rienda suelta a sus ideas e inquietudes liberales, a menudo resultando en ataques, unas veces simulados y en otras veces directos, hacia el gobierno estatal y sus instituciones, exhibiendo su inmovilidad y su corrupción. Por su parte, la Gaceta contraatacaba con sus propios argumentos, acusando a los editores del periódico, especialmente a De Llano, de subversivos y rebeldes, entre otras cosas; el gobierno de Coahuila decidió prohibir la edición del periódico debido a la abierta defensa que hacía De Llano hacia la figura del ex presidente Vicente Guerrero (fusilado en febrero de ese año), por lo que el periódico siguió editándose en la casa de Don Pedro Treviño y Pereyra (tío del futuro general y gobernador de Nuevo León Gerónimo Treviño y cercano colaborador de De Llano).

Finalmente el 3 de agosto, cuando las acusaciones de “El Antagonista” fueron directo hacia la persona misma del gobernador Joaquín García, éste decidió tomar cartas en el asunto y se ordenó que De Llano fuera arrestado y enviado a prisión, manteniéndolo lo más incomunicado posible, por lo que la dirección del periódico quedó a cargo de su hermano Rafael, quien intercedió ante el gobernador García para que Manuel María fuera liberado de prisión, a lo que éste, convencido por sus hermanos Rafael y Julián, escribió una misiva hacia el gobernador para someterse al gobierno y no seguir publicando el periódico, lo cual fue aceptado por el gobernador García, mientras que la dirección de “El Antagonista” quedó a manos de Rafael de Llano, el cual siguió publicándose hasta octubre de ese año.

DE VUELTA A LA ALCALDÍA Y PRIMERA GUBERNATURA

A pesar de este revés, De Llano fue nombrado nuevamente alcalde de Monterrey, tomando posesión el 1 de enero de 1832. Fue durante esta gestión que De Llano conocería a un joven pagador (escribiente) perteneciente a la Compañía Presidial de Lampazos llamado Santiago Vidaurri, quien había rebanado una mano al soldado Juan Olivares en una riña, por lo que fue enviado a prisión en Monterrey, donde De Llano lo puso bajo su disposición y después lo puso bajo el mando de Rafael Ugartechea. También se ocupó de la situación del ramo educativo, el cual era muy deplorable en ese año.

Fue durante su segundo periodo como alcalde cuando De Llano conoció a Santiago Vidaurri.

De Llano fue ratificado en el cargo de alcalde para el año de 1833, no obstante presentó su renuncia el 13 de febrero al ser electo diputado al Congreso Local por el 11° Distrito, cargo del cual tampoco duró demasiado ya que, en las elecciones para gobernador y vicegobernador del Estado, fueron electos Manuel Gómez de Castro y Manuel María de Llano, respectivamente, tomando posesión de sus respectivos cargos el 17 de febrero. Sin embargo, Gómez de Castro comenzó a padecer de una extraña enfermedad, lo que le impidió ejercer su función con normalidad, siendo cubierto por De Llano, en calidad de vicegobernador hasta que, el día 25, tan sólo ocho días después de haber ocupado el cargo, Gómez de Castro presentó su renuncia al Congreso, siendo nombrado De Llano para sustituirle, conforme a la ley, siendo nombrado gobernador efectivo.

Desde su nuevo puesto, De Llano envió al Congreso un arancel que establecería el cobro por los servicios religiosos prestados por los curas y párrocos, además de otras medidas regulatorias, como el pago de cuatro reales por bautizo, dos por casamiento y uno por velación; y asimismo se suprimía la distinción entre entierro mayor y entierro menor, así como el entierro de cadáveres en los templos y capillas del Estado. Una vez que el arancel fue aprobado por el Congreso, surgieron manifestaciones en contra de éste, siendo el más destacado el que se suscitó en la villa de Sabinas Hidalgo, ya que el párroco de la villa, Martín de Arizpe, se negó a cumplir con las disposiciones del gobierno y, a modo de protesta, durante tres días no permitió el toque de campanas, además de negarse a proporcionar servicios sacramentales (un matrimonio y dos bautizos), a pesar del reclamo de las autoridades municipales y de la población en general.

Por si eso no fuera suficiente, De Llano también expidió un decreto en el que se establecía el cese del pago del diezmo eclesiástico, dejando a la población que pagara como pudiera. Además estableció que todos los edictos, cartas pastorales y órdenes religiosas pasaran por la censura impuesta por el gobierno estatal. Todo esto tensó las relaciones entre el gobernador y la jerarquía eclesiástica, encabezada por el obispo de la diócesis de Linares José María de Jesús Belaunzarán y Ureña quien, no obstante, consagró el templo de la Inmaculada Concepción como Catedral de Monterrey ese año.

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José María de Jesús Belaunzarán y Ureña, obispo de la diócesis de Linares, con quien De Llano tuvo serios enfrentamientos

Otro de las dificultades más graves que tuvo que sortear De Llano en su gobierno fue la aparición, en agosto de 1833, de una devastadora epidemia de cólera morbus que azotaba a todo el país, la cual provocó sólo en Nuevo León unos 5 mil muertos, aproximadamente el veinte por ciento de la población del Estado. Para evitar que la epidemia siguiera propagándose, De Llano estableció diversas medidas: se prohibió la procesión o paseo de los cadáveres descubiertos para que fueran trasladados de inmediato al camposanto o cementerio; se prohibió la sepultura de las víctimas en las iglesias, por lo que pidió a los curas y párrocos que divulgaran la información a la población; se decomisaron y destruyeron todas las frutas que existieran y evitar su producción; se prohibió la matanza de reses u otros animales dentro de los poblados, así como la venta de semillas o granos ya picados; se prohibió arrojar a la calle aguas sucias; se ordenó que se barrieran los interiores de las casas y los frentes de las calles, que se limpiaran las acequias y caños en todas partes; asimismo se prohibió la venta de licores y los bailes a partir de las diez de la noche.

LA VUELTA DE SANTA ANNA Y EL DESTIERRO DEL OBISPO

Sin embargo, en el año de 1834 un acontecimiento sucedido a nivel nacional trastocó la vida de los estados: la destitución del presidente Gómez Farías y el regreso del general Santa Anna al poder, quien de inmediato ordenó a las legislaturas de varios de los Estados de la República, incluyendo Nuevo León. A pesar de esto, De Llano siguió adelante con sus reformas y ese año introdujo una en la que si los obispos y arzobispos no respetarían el patronato, es decir, oír a los gobernadores al momento de designar párrocos, éstos serían condenados al destierro. El obispo Belaunzarán se opuso a tal medida e hizo circular entre las iglesias del Estado, reprochándole al gobernador este decreto, ya que el Estado no podía tener injerencia alguna sobre la Iglesia. Enfurecido ante la actitud del obispo, De Llano ordenó su destierro de la diócesis, lo cual se cumplió el 10 de abril, siendo ratificado el 18 de junio.

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Antonio López de Santa Anna lanzó el Plan de Cuernavaca con el cual echó atrás las reformas de Gómez Farías.

No obstante, el 25 de mayo Santa Anna lanzó el Plan de Cuernavaca el cual echó atrás las reformas de Gómez Farías, destituyó a los ministros designados por éste y mantuvo los fueros militar y eclesiástico. De inmediato Santa Anna se lanzó a destituir a los gobernantes afines a Gómez Farías, siendo uno de ellos De Llano, a lo que éste decidió plantar frente al gobierno santannista apoyándose en el movimiento surgido ese año, liderado por los generales José Antonio Mejía y Esteban Moctezuma, pero éste fue rápidamente aplastado, ocurriendo en Nuevo León un “efecto dominó”: la guarnición de Nuevo León se puso del lado del gobierno central, así como la mayoría de los alcaldes de los municipios y, para dar punto final a su gobierno, el Congreso se disolvió. Ante las circunstancias, a De Llano no le quedó otra alternativa que presentar su renuncia al cargo el 1 de agosto de ese año, siendo sustituido por el general Pedro Lemus, quien había sido enviado por Santa Anna para tomar las riendas de la entidad nuevoleonesa.

De Llano fue reducido a prisión, aunque luego continuó su condena en arresto domiciliario; unos días después fue liberado sin ser molestado. Muchos pensaron que ahí acabaría la carrera política de De Llano, pero él, siendo una persona inquieta, muy pronto resurgiría nuevamente en el escenario nacional.

EFÍMERO SEGUNDO GOBIERNO Y LA REPÚBLICA DEL RÍO GRANDE.

El 30 de diciembre de 1836 se promulgaron las llamadas Siete Leyes o Bases Orgánicas, de corte centralista, las cuales sustituyeron a la Constitución de 1824, en la cual los estados de la República serían conocidos como Departamentos y en cada uno habría una Junta Departamental, que tendría como función proponer, ante el presidente de la República, la designación de los gobernadores de los Departamentos. Estas nuevas leyes causaron malestar en varios rincones del país, lo que derivaría en diversos levantamientos armados, como los ocurridos en Yucatán y Tamaulipas.

En 1839, en Monterrey, el general y ex gobernador Pedro Lemus (quien sustituyó a De Llano en la gubernatura), se levantó en armas proclamando la restitución de la Constitución de 1824. El 3 de marzo, el gobernador Joaquín García renunció al cargo por enfermedad, por lo que una junta de vecinos, buscando a alguien que lo sustituyera, puso sus ojos en el único político que era un conocido enemigo acérrimo del centralismo: Manuel María de Llano, quien tomó posesión del cargo ese mismo día. No obstante, poco lo duró el gusto ya que, al enterarse de este nombramiento, el presidente Anastasio Bustamante envió al coronel Pedro Ampudia, quien terminó por destituir a De Llano el 12 de ese mismo mes, quien solamente estuvo en el cargo por nueve días, siendo sustituido por don Anselmo R. de Marichalar, quien era el vocal más antiguo de la primera Junta Departamental.

El 27 del mismo mes, el general y licenciado Antonio Canales, junto a los coroneles José María González y Antonio Zapata, iniciaron un levantamiento para restaurar el federalismo desde el norte. Canales entró en pláticas con De Llano sobre el movimiento y el futuro proyecto de creación de lo que se conocería como “República del Río Grande”; De Llano se interesó por el plan y se sumó al movimiento federalista y de inmediato, Canales y De Llano se entrevistaron con las autoridades texanas a través del general Juan Pablo Anaya, la cual ocurrió el 10 de julio, con la encomienda de conseguir hombres y armas para el movimiento, además de que De Llano les prometió que, en caso de que el movimiento triunfara, los texanos contarían con el apoyo y reconocimiento de su independencia.

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Gral. Antonio Canales Rosillo, impulsor de la creación de la República del Río Grande

No obstante, los texanos rechazaron apoyar abiertamente el movimiento, pero en cambio, el gobierno de la República Texana permitió a sus ciudadanos formar parte del ejército liderado por Canales. Los federalistas tomaron algunas de las ciudades fronterizas, como Mier y Guerrero en Tamaulipas, hasta que en diciembre fueron repelidos por las fuerzas del general Mariano Arista, incluso en el intento de tomar Monterrey el 1 de enero de 1840.

Finalmente el 17 de enero de ese año fue proclamada la República del Río Grande, la cual tuvo lugar en Rancho Oreveña, cerca del poblado de Zapata, Texas. Se nombró como presidente al Lic. Jesús Cárdenas, como secretario José María Jesús Carbajal, como comandante en jefe del ejército Antonio Canales, y como concejales representantes de los tres estados: por Tamaulipas Juan Nepomuceno Molano, por Coahuila Francisco Vidaurri y Villaseñor y por Nuevo León Manuel María de Llano. Se declaró a la ciudad de Laredo, Texas, como capital de la República.

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República del Río Grande, formada por los tres estados norestenses.

Por desgracia, el movimiento se vio mermado por la falta de apoyo por parte de los texanos, las derrotas del ejército y la captura y ejecución del brazo armado del movimiento, el coronel Antonio Zapata. Molano y Canales se exiliaron a Texas y, finalmente, decepcionado por la falta de apoyo de parte de los texanos, Canales firmó su rendición ante el general Arista el 6 de noviembre de ese año, acogiéndose a la amnistía promulgada por el presidente Bustamante, así como todos aquellos que se involucraron en el proyecto separatista, incluyendo a De Llano.

TERCER Y CUARTO GOBIERNO Y LA CAPITULACIÓN DE MONTERREY

A fines de ese año, 1840, las elecciones municipales favorecieron nuevamente a De Llano, quien tomó posesión del cargo de alcalde el 1 de enero de 1841; en esta administración se creó la Junta de Fomento de Comercio de Monterrey, siendo establecida por la Junta Departamental. Ese mismo año, el 8 de agosto, el general Mariano Paredes Arrillaga, desde Jalisco, encabezó una revuelta contra el presidente Bustamante, acusándolo de no haber hecho lo suficiente por recuperar Texas y por ceder ante la ocupación francesa durante la Guerra de los Pasteles; la rebelión fue apoyada por el general Gabriel Valencia desde la Ciudadela de la Ciudad de México y Santa Anna desde Perote, lo que obligó a Bustamante a renunciar, cosa que ocurrió el día 22 de septiembre, siendo sustituido por Don Francisco Javier Echeverría.

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Gral. Mariano Arista, quien designó a De Llano gobernador del Estado

Unos días antes de la dimisión de Bustamante, el general Mariano Arista, uno de los cabecillas de la revuelta, desconoció al gobernador de Nuevo León Mateo R. Quiroz, quien fue forzado a renunciar al cargo el 20 de septiembre y Arista designó en su lugar a Manuel María de Llano, quien aún ostentaba el cargo de alcalde de Monterrey. Durante su gobierno continuaron los ataques de los indios comanches por los territorios del Estado, además se estableció el Tribunal Mercantil el cual estaba formado por Juan Francisco de la Penilla (abuelo materno del empresario José Calderón), Pablo Carreño, Eugenio Serrano, Gregorio Zambrano, Ramón Quiroz, Francisco Tomás Iglesias y Rafael de la Garza.

Sin embargo, Santa Anna envió a Nuevo León a otro general afín a él para deponer a De Llano y ocupar la gubernatura del Departamento, siendo éste el coronel José María Ortega, quien depuso a De Llano el 21 de diciembre de ese año, por lo que éste regresó a su cargo como alcalde de Monterrey, concluyendo su periodo el 31 de diciembre. Ortega fue ascendido a general tras este suceso.

En 1842, conforme a lo establecido en las Bases de Tacubaya, se formó un Congreso Constituyente que se encargaría de redactar una nueva Constitución de corte federalista que sustituyera a las Siete Leyes de 1836, la cual entró en sesiones el 10 de junio de ese año. Entre los diputados electos por Nuevo León se encontraban José María Parás, Ángel Gutiérrez de Lara y, por supuesto, Manuel María de Llano. Desde el principio Santa Anna mostró su desagrado ante el rumbo que estaba tomando el Congreso que quería establecer una Constitución de corte federalista y, al no poder convencer a los diputados de no hacerlo, Santa Anna renunció al cargo, retirándose a su hacienda de Manga del Clavo y delegó la responsabilidad en el general Nicolás Bravo, quien disolvió el Congreso en diciembre de ese año y nombró una nueva Junta Legislativa de 68 miembros, haciendo que el sistema centralista persistiera.

El 1 de enero de 1843 entró en funciones la Cuarta Junta Departamental en Nuevo León, de la cual De Llano formó parte. En diciembre de 1844, una revuelta en la Ciudad de México obligó al gobernador José María Ortega a renunciar al cargo el día 17, siendo elegido De Llano para ocupar la gubernatura, en su calidad de vocal más antiguo de la mencionada Junta. En ese tiempo, las relaciones entre México y Estados Unidos se pusieron muy tensas por el asunto de la unión de la República de Texas a la Unión Americana, por lo que el gobernador De Llano dispuso de las fuerzas disponibles en el Estado en caso de una invasión. El 31 de marzo de 1845 De Llano renunció al cargo, siendo designado en su lugar el Lic. Juan Nepomuceno de la Garza y Evia, siendo ésta la última vez que ocuparía el cargo de gobernador.

En 1846, tras la ruptura de relaciones entre México y E.U.A., las tropas norteamericanas se aproximaron hacia Monterrey poco a poco, el gobierno del entonces presidente José Mariano Salas designó para la defensa de la ciudad al general Pedro Ampudia, quien había depuesto a De Llano en marzo de 1839. La noticia del nombramiento causó revuelo en la población nuevoleonesa, ya que Ampudia no gozaba de la simpatía de la ciudadanía; incluso De Llano y el gobernador De la Garza y Evia protestaron por este nombramiento, enviando una carta al gobierno federal para que las defensas de la ciudad permanecieran al mando del general Francisco Mejía, pero sus quejas no fueron escuchadas. Ampudia depuso a De la Garza y Evia el 1 de septiembre de ese año y se apropió de la gubernatura y comandancia militar del Estado, con lo cual ordenó fortificar las defensas de la ciudad como fuera posible; el día 20 renunció al cargo, delegándolo en el Lic. Francisco de Paula Morales.

El día 24, último día de los combates en la ciudad, el general Ampudia decidió pactar con el general Zachary Taylor una capitulación para lograr la salida del ejército mexicano de la ciudad, por lo que invitó a De Llano a participar en las negociaciones; éste y Ampudia no se llevaban precisamente bien, pero tuvieron que hacer a un lado sus diferencias para poder lograr llegar a un acuerdo con los norteamericanos. Al ver que ambos lados no se ponían de acuerdo en los términos, De Llano sugirió la idea de crear una comisión mixta de ambos ejércitos para llegar a un entendimiento; ambos bandos estuvieron de acuerdo y el general Ampudia nombró una comisión conformada por los generales Tomás Requena y José María Ortega (ex gobernador de Nuevo León entre 1841 y 1844) y el propio De Llano. Después de varias negociaciones, el día 25 ambos bandos firmaron los acuerdos, logrando así la capitulación de la ciudad.

DE LLANO, EMPRESARIO.

En 1850, De Llano fue nuevamente nombrado alcalde de Monterrey. En ese año se terminaron los trabajos de lo que sería el Palacio Municipal, pero además, De Llano recibió una triste noticia: su amigo y mentor político, el entonces gobernador José María Parás, enfermó gravemente, teniendo que renunciar al cargo el 14 de enero y, un mes más tarde, el 18 de febrero, Parás falleció a los 55 años de edad, por lo que De Llano, como alcalde de la ciudad, le tocó dirigir un sentido discurso en memoria de su amigo y mentor. Concluyó su periodo el 31 de diciembre de ese año.

En 1853, De Llano fue electo diputado local por la X Legislatura; no obstante, en ese año, se gestó un nuevo golpe de Estado, el cual obligó al entonces presidente Mariano Arista a renunciar al cargo, siendo sustituido por el presidente de la Suprema Corte de Justicia, Lic. Juan Bautista Ceballos quien, al poco tiempo, renunció al cargo siendo reemplazado por el general Manuel María Lombardini, quien cuidó de la presidencia en lo que Santa Anna regresaba de su exilio en Colombia. Este acontecimiento sacudió a la población en general; en Nuevo León provocó la renuncia de toda la legislatura, así como la del gobernador Agapito García Dávila, quien fue sustituido por Juan Nepomuceno de la Garza y Evia, quien a la vez fue nuevamente sustituido por el general Pedro de Ampudia.

Decidió retirarse por un tiempo de la política, dedicándose a sus negocios particulares, estableciendo un aserradero de madera y un molino de trigo, ambos movidos por fuerza hidráulica cerca del puente de La Purísima que cruzaba el arroyo de Santa Lucía. El 1 de marzo de 1854, De Llano, junto con otros renombrados empresarios como Valentín Rivero, Gregorio Zambrano y Pedro Calderón, entre otros, formaron una sociedad en la que establecerían la primera empresa en Nuevo León, la cual se conocería como Fábrica de Hilados y Tejidos “La Fama”, que se ubicaría en lo que hoy es el municipio de Santa Catarina, siendo De Llano el accionista mayoritario de la empresa, con tres acciones de cinco mil pesos cada una (en total quince mil pesos).

Ese mismo día, a nivel nacional, se lanzó el Plan de Ayutla en contra del gobierno de Santa Anna, cuyo movimiento estuvo dirigido por el cacique de Guerrero Juan Álvarez, el general Ignacio Comonfort y el coronel Florencio Antillón. Pronto Nuevo León se uniría al movimiento el cual fue acaudillado por un viejo conocido de De Llano: el entonces secretario general de gobierno Santiago Vidaurri.

LA REVOLUCIÓN DE AYUTLA Y LA LLEGADA DE VIDAURRI AL PODER

El 13 de mayo de 1855, Vidaurri se retiró a su natal Lampazos y, desde ahí, proclamó el “Plan Restaurador de la Libertad”, el cual tenía como objetivo apoyar la Revolución de Ayutla desde el norte del país, con lo cual, junto con el coronel Juan Zuazua, se apoderó de Monterrey y destituyó al gobernador Gerónimo Cardona, designándose a sí mismo gobernador y comandante militar del Estado. Dos días después, Vidaurri promulgó el Plan de Monterrey, el que se restablecería la soberanía del Estado, en cuanto hubiera nuevas elecciones.

A fines de ese año se verificaron las elecciones municipales, las cuales eligieron a De Llano nuevamente como alcalde de Monterrey, quien tomó posesión del cargo el 1 de enero de 1856; además llegó a formar parte del Consejo de Gobierno de Vidaurri, en la que también figuró su sobrino Domingo B. de Llano, quien también fue uno de los firmantes del Plan de Monterrey. Desde este cargo, De Llano fue testigo de uno de los acontecimientos más controversiales provocados por Vidaurri: la unión de los estados de Nuevo León y Coahuila en febrero de ese año, lo que causó revuelo no solo a nivel regional, sino también a nivel nacional, por lo cual el presidente Ignacio Comonfort dispuso que el gobernador de Tamaulipas, Gral. Y Lic. Juan José de la Garza, invadiera Nuevo León para someter a Vidaurri, lo que significaría que Monterrey sería el blanco principal de las tropas tamaulipecas, lo que efectivamente sucedió el 1 de noviembre, cuando los defensores, al mando del coronel Ignacio Zaragoza, resistieron el ataque de los tamaulipecos hasta la llegada de las tropas del general Juan Zuazua. De Llano, como alcalde de la ciudad, se aseguró de enviar tantos víveres como fuera posible a las fuerzas defensoras de la ciudad, los cuales consistieron mayormente en maíz y frijol.

Finalmente el conflicto terminó con el convenio de la Cuesta de los Muertos, en el cual se estableció que Vidaurri reconocería y obedecería al poder general y renunciaba a la gubernatura del nuevo Estado mientras se realizaba un plebiscito para llevar el asunto de la anexión de Coahuila. El 19 de diciembre Vidaurri renunció al cargo, siendo sustituido por Juan Nepomuceno de la Garza y Evia, quien convocó a un Congreso Constituyente para redactar la nueva Constitución del doble Estado en la que participó otro sobrino de Manuel María, el Lic. Manuel Perfecto de Llano, quien sería diputado en varias ocasiones. Manuel María de Llano terminó su gestión el 31 de diciembre de ese año, siendo la última vez que ocuparía un cargo público en su vida.

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Manuel María de Llano en su vejez.

Retirado de la vida política, en 1859 De Llano se convirtió en víctima de un escándalo político, junto al Lic. Manuel Z. Gómez y el Gral. José Silvestre Aramberri, en el que el gobierno del Estado los creía confabulados con el ex coronel Julián Quiroga (quien se convertiría en el brazo armado de Viadurri durante la Intervención Francesa) quien, según se decía, sería el indicado de poner orden en el Estado. El 4 de septiembre, De Llano, Gómez y Aramberri fueron expulsados de Nuevo León sin razón que lo justificara; no obstante, el general Santos Degollado ordenó la inmediata destitución de Viadurri y el 25 de septiembre fue reemplazado en el cargo por el Gral. Aramberri, quien a su vez nombró a Manuel Z. Gómez como secretario general de gobierno para los asuntos de Nuevo León. Es probable que De Llano pudiera regresar a Monterrey con el cambio de gobierno.

Tumba de Manuel María de Llano en la Rotonda de los Nuevoleoneses Ilustres en el Panteón Municipal de San Jorge.

A pesar de este acontecimiento, Vidaurri aún parecía guardar cierto respeto y aprecio hacia Don Manuel María de Llano, ya que fue él quien lo introdujo en el mundo de la política local. Finalmente, De Llano, quien fue partícipe de los acontecimientos que ocurrieron en el Noreste de México durante la primera mitad del siglo XIX, falleció en su ciudad natal a las 22:00 horas del 1 de marzo de 1863, a los 63 años de edad, víctima de cáncer, dos semanas antes de que, en la ciudad de Puebla, las tropas republicanas se batieran contra los franceses. Se le rindieron honores y fue sepultado en la Catedral de la Ciudad; posteriormente sus restos fueron trasladados al desaparecido Panteón Municipal No. 1 y, en 1959, fue inhumado en el Panteón Municipal de Monterrey (hoy Panteón de San Jorge), en la Rotonda de los Nuevoloeneses Ilustres.

MEMORIA Y LEGADO

Desafortunadamente, a pesar de haber sido un político de larga trayectoria, la memoria de Manuel María de Llano se ha ido desvaneciendo con el paso del tiempo hasta quedar prácticamente en el olvido. Lo único que existe para recordarlo es una simple calle en el centro de la ciudad de Monterrey y ni siquiera los propios nuevoleoneses saben quién fue De Llano o qué hizo. No existe ningún retrato de él en algún museo o una estatua que permita mantener su memoria activa. Definitivamente la memoria y legado de De Llano se ha ido descuidando, incluso por los historiadores, ya que muy pocos han dedicado a escribir o a interesarse en la vida y obra de este personaje, quien ha gobernado esta entidad en varias ocasiones y fue uno de los que se adelantaron a la llamada “Generación de la Reforma”.

A pesar de estar en contra de la Iglesia, De Llano siempre fue un ferviente católico, el cual solamente quería frenar los abusos del clero en contra de la población civil. En suma, urge una revalorización de este personaje y un estudio mucho más profundo en el futuro para que, no solamente los nuevoleoneses, sino todos los mexicanos conozcan sobre ese destacado liberal que fue Don Manuel María de Llano.

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